Abyección otoñal

Queridos amigos, qué será eso de ser un artista.

Supongo que algo tendrá que ver el que me arrebate de melancolía ante la muestra de vitalidad de una playa en verano, con cuerpos tostados y húmedos en bikini, con la lozanía de los críos rebozándose por todas partes y en fin con el canto a la vida que trae la brisa marina que ya en agosto anuncia la típica abyección otoñal.

Será a eso, quizás, a lo que se refieren cuando dicen que soy sensible y mis parientes y amigos se empeñan en que escoja unas cortinas para sus comedores.

No le perdono a la vida que cuando yo me muera siga dándole al mundo días esplendidos.

Enfurruñado o no el tránsito vital sigue impasible hacia delante. Este es el sino que nos une a todos y que cual lamento boliviano proclamamos tarde o temprano.

No es que crea que la muerte es final, que no lo creo, es sólo que me da pena. Así que para deshacerme de esos malos pensamientos procuro hacer cosas que me entretengan y me diviertan.

Supongo que más o menos eso es lo que hacen los artistas.

Me alegra ver como mi Pablín, mi Pichu y Manolito me acompañan cuando pinto, hacemos cocodrilos de arena o nos damos un chapuzón.

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