Llevamos una temporada con la religiosidad a flor de piel. Hemos pasado más de un mes expectantes. Los niños y yo solemos parar el coche camino del colegio, frente a la estatua de la virgen del Rosario en la clínica ídem y nos ponemos a invocar a la virgen. En una ocasión se nos unió un mendigo con rasgos psicóticos entreverando en nuestras oraciones alguna proclama salida de tono. Pablo con su habitual inquisitoria y curiosidad, ha querido cotejar el significado de filipollas, mandanga o cabronazo. El tema es violento y estoy pensando en cambiar el destino de nuestra romería escolar al “Bar Sanabria” de la calle Sagasta, donde entre acetatos de colores y papel de plata, un artista folk plasmó icónicamente un San Francisco con unos pajaritos comiéndole de la mano. De pasó re-desayunaríamos.
Supongo que este sentimiento religioso se debe en gran medida al aumento cuantitativo del nuevo. La hermosa Mindi trajo al mundo al que parece el más Navarro de los tres que hacen nuestras noches adorables.
Esto no ha bajado mi ritmo de trabajo, es más, ha sido un acicate fruto de la pena y el dolor que me produce verles tan desvalidos y dependientes de un hippie.
En vista de lo cual he decidido haceros un pequeño resumen pictórico de esta última temporada, pues aunque mi comunicación con vosotros (las altas esferas del arte) ha dejado mucho que desear, he seguido trabajando con ímpetu.
Os quiere con rubor en las mejillas y la barba erizada vuestro chico trabajador
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