La corriente irracional madrileña

Hace unos meses que frecuento los bajos del puente de la carretera de Barcelona. Es la sede donde se reúnen los pensadores de la corriente irracional madrileña.

Siento especial afecto por un poeta que se pasea por allí en tanga y que alumbró aquellos lucidísimos poemarios. Entre ellos los que me sé de memoria son: “Amé a cientos de mujeres pero el sentimiento siempre fue el mismo”, “No me importa tu tendencia homicida si comes con la boca cerrada” y “Estudié física cuántica porque me gustaba la piña”

Este maravilloso ejemplar del pensamiento irracional tiene la convicción que el número de gente que entra en el corte inglés no es el mismo que el que sale. Esta proposición es incompatible con el sentir racionalista contemporáneo e ilustra prístinamente sus intenciones y particularidades.

Este emocionante núcleo de resistencia fomenta el misterio cotidiano. Todas las madrugadas de los días veintes de cada mes rompen a pedradas las bombillas de las farolas de la avenida Camilo José Cela. Están convencidos que si siguen así llegará un día que el ayuntamiento se quedará sin bombillas y la calle quedará para siempre en una penumbra mística e inspiradora.

Sostienen que las fábricas no existen, que tanto los recambios, las manufacturas, los coches nuevos, la ropa, los productos envasados o la carne procesada brotan en los estantes de los hipermercados o en las alacenas de las familias sin que nadie parezca darse cuenta.

No creen en la energía nuclear, y consideran los textos científicos novelones a lo “Guerra y Paz” escritos exclusivamente para fingir que no es verdad que brote energía de la nada.

Piensan que esta obcecación en la negación del milagro es terriblemente nociva y que la humanidad corre el riesgo de morir por sobredosis de cocaína tras un despiporre monumental de pan y circo.

Tras discutir acaloradamente durante años, parece que han consensuado, que la causa principal de esta degeneración materialista está causada por el ideal de confor y el laifestail. Su combatividad está fuera de toda duda y desde que llegaron a esta conclusión ninguno ha vuelto a sentarse ni a cambiarse de ropa. Al que le llegó esta conclusión en tanga lo pasa bien en verano y al que le pilló con el abrigo puesto, en invierno.

No tienen ningún interés en ser felices, el escrutinio del milagro les absorbe.

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En cada luz de verbena hay un milagro

Os quiere vuestro chico trabajador.