Apostatando

El otro día volvía de misa de ocho de los carmelitas. Me acompañó a la ceremonia un editor checo de ciencia ficción subida de tono que insistía en que ilustrara los episodios eróticos de la novia de Mazinger Z, Afrodita. Durante la  transustanciación le entró una llamada al móvil  y sonó un pertinente Aleluya de Haendel que me predispuso a su favor.

Skvorecky insistía en financiarme un viaje a la Polinesjavg, una especie de Sodoma centroeuropea a tomar apuntes de la fauna lasciva en acción pero yo no estoy de humor.

Las mujeres ya no me seducen salvo Mindi y Giselle. He apostatado de esa vida libertina y maleducada que todos los artistas hemos llevado alguna vez. El mundo del arte es zafio y a poco que gires la esquina de una galería ves un pito, un útero o algo peor, una peana con un vaso de agua, un billete recortado con la cara de Trosky o un cuadro hiperrealista de una mujer en pelotas abriéndose las venas o con la cara golpeada. Esculturas que parecen globos, como las de Jeff Koons, las hacen por docenas en las tiendas de fotocopias y te regalan un falso Warhol.

Estas neo academias están varadas en la confusión materialista. Es muy difícil preservar la mística en el frenesí postmoderno y fabricar algo que no dé contraprestaciones instantáneas. Por eso todas las mañanas rezo a la virgen del pilar (para los legos: La virgen del pilar es una importante y multifacética deidad femenina del panteísmo católico) para que me ayude a superar mi ambición sin límites y mis deseos de reconocimiento entre mis semejantes. En definitiva rezó para que me ayude a tener fe en el misterio de la vida y en que la mayor fuerza al alcance del ser humano es la bondad, incluidos los artistas.

 

Os quiere vuestro chico trabajadorhombre invisible

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