Banana Shot

Queridos:

El jueves había comenzado el día desayunado con mis padres comentando la crisis en Oriente Medio, el incomprensible éxito de Javier Marías y el maravilloso resurgimiento de Nadal en el open de Australia. Cuando llegué al estudio empecé a fintar al aire el famosísimo banana shot de Rafa sin percatarme de que había quedado con su eminencia serenísima, el niño de lo concreto, filósofo y poeta.

Yo requería su consejo acerca de una pieza que me llena de optimismo pero que no terminaba de redondear.

Sigiloso como una zarigüeya reptó hasta el estudio sin que yo me diera cuenta para darme el típico sustillo amable que nos solemos dar entre los intelectuales. Supongo que la vida privada de todo el mundo está repleta de muecas, sonidos raros, bailes y discursos en los Nobel, pero no deja ser una parte tan íntima que cuando te descubren en un renuncio te sientes tan desnudo como un mapache afeitado.

Mi amigo el poeta, consciente de su falta, empezó a devolverme los golpes imaginarios al estilo de Roger Federer. Ambos mantuvimos el tipo, con evidente bochorno, unos interminables diez minutos.

El niño de lo concreto se sostiene gracias a una red de mercerías, una especialmente lucrativa en la calle Hilarión Eslava, que le proporcionan una pensión y que han afectado enormemente su discurrir filosófico y su intimidad poética.

Ambos compartimos una preocupación profunda por Occidente y él está dispuesto a salvarlo a través de lo ultraconcreto. Él piensa que un grupo de subversivos, precursores del resurgimiento de Europa, y entre los que tengo el honor de conspirar, podrían originar un cambio decisivo limitándose a cambiar el pan de lado en la mesa. Es decir: del ortodoxo lado izquierdo de los vasos y las copas de vino, a la derecha de estos. Aunque no quiera demostrarlo se muestra confiado acerca de su plan, y asegura que si esto fracasara podríamos intentarlo con los cuchillos y los tenedores.

Tuvimos una charla elevadísima, fructífera como pocas, y al despedirnos el entusiasmo se podía leer en nuestras caras. El niño de lo concreto estaba tan entusiasmado que no se dio cuenta de que se estaba poniendo el abrigo al revés. Yo no me atreví a decirle nada pues temía romper la fragilidad del éxtasis en que nos hayábamos. Cuando se dio cuenta de su error ya era demasiado tarde pues había mentido los brazos en sendas mangas. Sin decir nada me puse a su espalda y le subi la cremallera.

-Hace un frío que pela, y tengo un amigo que dice que si coges frío en los riñones te quedas impotente.

Os quiere, vuestro chico trabajador

El claro en el bosque, óleo sobre tela. Los monetos de ilumianción se suelen asociar a una claridad de ideas que equivocadamente se asocia a la razón y el pensamiento intelectual. Muy al contrario, la iluminación es ante todo un acceso sentimental que convence al iluminado de aue conoce la verdad independientemente de las razones en contra.

El claro en el bosque, óleo sobre tela. Los momentos de ilumianción se suelen asociar a una claridad de ideas que equivocadamente se relaciona con la razón y el pensamiento intelectual. Muy al contrario, la iluminación es ante todo un acceso sentimental que convence al iluminado de que conoce la verdad independientemente de las razones en contra.