Es algo muy infantil pero no lo puedo evitar, siempre me quedo hipnotizado con los monos fumando.
Si yo fuera un buen padre, les regalaría a los niños un mono y le compraría Marlboro light. Nos iríamos a vivir a Mongolia o a Kenia o a Soria. No les pediría ni exigiría prácticamente nada: que se enfrentaran a un tigre con las manos desnudas, que treparan a una acacia para coger miel de un panal de abejas asesinas o que le robaran a un búfalo una cría para poderla ordeñar.
Cuando hubiera tormenta correría asustado a esconderme debajo de un árbol y sollozaría por el inminente fin del mundo y todos nos abrazaríamos. Enloquecería cada vez que un hijo mío enfermara aunque fuera por un birrioso catarro y cuando sanara no dudaríamos del milagro.
Si por desgracia algún ser querido muriera nos despediríamos de él en algún lugar bonito y sin demasiada tristeza, convencidos de que algún día volveríamos a estar juntos y de que su espíritu nos acompañaría y protegería siempre.
Alejandro mató a su primer hombre con doce años y domó a Bucéfalo con poco más. Filipo fue un padre fantástico que unificó primero Macedonia y luego Grecia.
Es propio del niño revelarse a la norma, mirar los detalles, mantener un aire ensoñado y fascinado a la vez que fascinante, temer a los hombres lobo y a la oscuridad, reverenciar a Dios muerto de miedo, gritar inapropiadamente en los funerales, tirarse pedos y reírse al oír la palabra caca o teta. Pasearse semidesnudo sin vergüenza, creer en el misterio de la vida… la vida es un misterio y no una rutina. No se puede arreglar todo poniéndose una camiseta en el momento adecuado.
Si yo fuera un buen padre no permitiría que mis hijos fueran al colegio, todas las mañanas iríamos a hurgarles en los ojos a las cabras muertas. Lamentablemente he perdido la ingenuidad y mi mente se ve interrumpida por alarmantes llamadas al orden y tediosos sinsabores y obligaciones.
No soy más que un padre normal que regaña tanto o más que el resto de padres. La única reminiscencia infantil que aún queda en mí es la de los dibujitos y ésta, a su vez, se divide en dos mitades igual que los niños: Una mitad malvada y la otra perfecta.
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