Queridos amigos y compañeros del club de fitness, os pido disculpas por el mutis de la semana pasada. He tenido un percance sanitario, pensé que me estaba muriendo aunque luego resultó ser solo una muerte psicosomática. Más entero, me siento con fuerzas para plantearos el dilema central del arte. Cómo pintar un conejo.
El conejo es un animal herbívoro, huidizo y temeroso. Cualquier ruido o aspaviento le hace poner pies en polvorosa. Además está lleno de tics y de pelos, los cuales plantean problemas técnicos considerables.
Un hiperrealista lo tendría muy claro, se tira una buena foto y se pinta machaconamente. Desgraciadamente para él lo único que habrá conseguido es pintar la foto de un conejo, que no es lo mismo que pintar un conejo. Por bueno que sea, no será más que uno más entre los miles de pintores hiperrealistas que abundan como una plaga por todas las capitales de provincias del mundo.
¿Qué hacer entonces?
Si el problema es la contemplación un realista es la solución. Si el conejo se mueve, lo matamos, lo desollamos y lo metemos en un bodegón. No es tan bonito como un conejo vivo pero desde luego está pintado como se debe.
Usted podrá decirme que no, que lo que desea es captar la belleza del ser ínfimo oliendo el rocío mañanero que cubre la pradera. Por los senderos oníricos se topará usted con la ilustración, captará la idea del conejito brincando pero con un sabor de boca naïf.
También me puede decir que Durero clavó una liebre hasta el último pelo sin técnicas fotográficas. Desgraciadamente querido lector, la academia contemporánea ha abolido la academia clásica y la transmisión de ese conocimiento de maestro a discípulo se interrumpió irremisiblemente.
Muchos artistas contemporáneos renuncian directamente a este tipo de ejercicios que encuentran fútiles e imposibles. Lo más probable es que si este problema se plantea a un conceptual haga lo que hizo aquel semidios de los conceptuales, Joseph Beuys, ex oficial nazi por cierto. Untarse de miel el cuerpo entero, pegarse papelitos y explicarle a una liebre muerta unos dibujos que hizo en su casa.
Queda una última vía para pintar un conejo. El estilo narrativo de Courbet. Es práctico sencillo y permite sacar hasta el último pelo sin perder vitalidad. Se le pide a una mujer dispuesta que descubra su origen del mudo y le dé tiempo para retratarlo como es debido.
A votar las europeas. Yo soy muy europeo, me gusta comer a la una, acostarme pronto y me emociono con la Ryder cup.