Extraño suceso en Mataró

Cada vez más me cuesta entender a esos pintores que se clavan un paisaje o un retrato de foto desde el cálido y estable estudio, haciendo ver que están contemplando algo distinto de una foto. No creo que a nadie le interese demasiado oír la crónica de esa épica circunstancia. “El artista en calzoncillos remataba unos abedules entre sorbitos de café“


El otro día llame al maestro de Mataró y lo encontré mustio. Bien es cierto que se acababan de comer su propia pierna, él y el resto de familia.


-Pero que burro eres, maestro


-La miseria que acecha


-¿y te tenías que comer la pierna so caníbal?


– No había más remedio. Quise pintar una roca con poderes místicos que alumbraba entre el fango en un desagüe municipal del ayuntamiento de Mataró. El fulgor tóxico, las vibraciones de onda corta, la ligera opacidad del monóxido de la carretera de la costa… Esa roca había que pintarla in situ, decúbito supino escorado. Me instalé en un túnel de noventa centímetros, junto a las ratas.


-Me parece muy bien, eres un poeta, pero no me has explicado la clase de degeneración que te ha llevado a esos rituales masoquistas.


-No me has dejado terminar. Las sesiones se me alargaban. No conseguía que en el lienzo se notara el peso de la brisa uraniada que racheaba desde la central, ni la viscosidad mórbida de los nitratos y nitratitos. En estas que las ratas habían hecho caladero en mis zapatos, los mismos con los que se casó mi padre, pura piel de vaca. Al mes se habían terminado el calcetín y al mes y medio ya tenía la gangrena en marcha.


-¡Coño!


-Le pedí al cirujano de trauma que me envolviera lo sano por donde había que cortar en papel albal.


-Os lo comisteis, claro


-Pensábamos guardarlo para nochebuena, pero el papel de la prensa escrita es cada vez de peor calidad y por los baños de lejía con los que tratan el material estábamos empezando a perder el pelo…


-Eso es la edad gilipollas


-El púbico


-Oh


.-El otro día nos comimos un huevo que empecé a pintar el año pasado que tenía la yema verde. La perra se murió de salmonela pero disfrutó mucho


-¿No os la habréis comido?


-¡Por favor no, quién te crees que somos, no somos monstros! Enterramos carne músculos y pelo,  y con los huesos hicimos un caldo. Ella lo habría querido así.


-…


-…


-Buf…, bueno… ¿Qué tal el cuadro, como ha quedado?


-El fulgor tóxico se presiente pero no he conseguido hacer notar la brisa uraniada.


-¿Lo dejas entonces?


-Sí, no puedo más… Además he visto que justo antes del aterdecer hay un fulano que se mete al mar en pelotas todos los días del año. Voy a ver si consigo retratarlo.


-Con una sola pierna lo vas a tener jodido.


-Ya, bueno… creo que me instalaré en la paya para evitar los engorrosos traslados.


-Qué cosas me cuenta maestro