Agotado de la estresante vida del artista me interné en el Palace para leer a Faulkner. Esto es lo que hacemos los artistas cuando nos sentimos acechados por las deudas o la falta de éxito y repercusión, o somos azotados por el brazo crítico y sus secuaces, o simplemente nos deprimimos porque pensamos que nos han hecho de menos y que Madrid ya no es lo que era y se ha vuelto aburrida, que no tenemos escena cultural y que la culpa de eso la tienen Lola Flores y la condesa de Romanones por haberse muerto.
Los artistas jamás pensamos en nuevas estrategias de negocio o reconversiones empresariales hacia el sistema inmobiliario. El modelo de negocio de los artistas ha sido el mismo desde Fidias, el sablazo y el refinamiento.
Los artistas que residimos en el Palace bajamos a primera hora a pedir a la puerta del Congreso de los Diputados para poder pagarnos el champán, el caviar y la cocaína. Mandamos a medio día, cartas apasionadas a nuestra familia y enemigos, y dedicamos el resto del día a la exploración intelectual recreando obras maestras del arte conceptual como: “Mancha de agua en la pared” o “Explicación telepática de una exposición”. Después de todo esto cada uno se coge un libro que la crítica venere para leerlo con maldad y vilipendiarlo en las suarés de botellón que tenemos con la chavalada en “El Retiro”.
Si bien es cierto que nos hacen un poco de bulin, nos dan collejas, nos riegan de cerveza y se mofan de nosotros, también lo es que nos terminan aceptando en su hermandad como seres curiosos e inofensivos, y de vez cuando nos dejan soltar nuestro rollo, por otro lado espléndido, estructurado y debatido durante años de dedicación al absurdo, cuyo resumen me propongo compartir con vosotros didácticamente:
“Queridos congéneres descerebrados y en vías de un alcoholismo tan estéril como atroz para vuestro organismo como para vuestra supervivencia social, permitidme un par de palabras. En vuestra tesitura presentista, donde la conciencia se sofoca a base de juergas, sin embargo estoy convencido de que no podréis eludir esa angustia que aflora al despertar por las mañanas los martes o los miércoles, y que con cantos de sirena os impele a aplicaros en las clases o en su defecto a ganaros vuestro propio salario con el sudor no solo de la frente, ya que muy probablemente se adhieran al menos el de las ingles y las axilas. Como os decía permitidme explicaros que el ser espiritual que es el ser humano contiene un alma inmortal que se nutre del escrutinio del misterio y del absurdo adyacente. Queridos amigos, debéis saber que el hombre no tiene elección y que a lo que a deberes se refiere, cuanto antes debe darse cuenta de su sino y rendirse al rodillo de la existencia. Si bien hay dos grandes cátedras. La una: dejar las drogas y el alcohol, la literatura y la poesía, buscar un trabajo y alimentar el materialismo con más materialismo calentando el planeta con los combustibles fósiles base del progreso. La otra: Acogerse a los deseos del alma inmortal y residir en el Palace a costa del Estado, subsidiariamente de los contribuyentes, y por supuesto de los coleccionistas que alimentarán vuestras almas inmortales. “
Vuestra es la elección.