La recherche du temps perdu

Querida masa informe,

El otro día quedé con un amigo mío para ir a tirarle piedras a un coche abandonado que hay en un solar a unos cientos de metros de mi casa. Este amigo mío es el caso típico de escritor sin obra. Lo tiene todo, talento, léxico, hondura y poesía, ahora eso sí, no tiene voluntad.

Da gusto oírle hablar. Una vez me contó  “la recherche du temps perdu” y los lagrimones terminaron encharcándome los zapatos y yo no soy de llorar. Sus comentarios  fueron tan precisos e iluminadores que cuando empecé a leerme la versión de Proust la tuve que dejar porque no le llegaba ni a la suela de los zapatos.

Su talento se extinguirá en cuanto las amistades de nuestras amistades palmen. Sus obras son catedrales de lo intangible.

Él, que es consciente de esto, a veces siente una nostalgia prematura por su pérdida y se vuelca en otros, sublimándose con la fantasía de la inmortalidad folk y la transmisión oral del conocimiento. Ahora está instruyendo a dos jóvenes erasmus en ese arte suyo no interventivo. Aloja a las francesas en casa y les explica entre otras disciplinas cómo debe mirarse el erotismo estándar. Todo esto sin tocarles un pelo del bigote. Las responsabilidades adquiridas tras las confianzas sexuales le resultan intolerables.

-¿Te comen bien?

-Estupendamente. La alsaciana me está cogiendo buen color La otra algo menos pero la llevé al especialista para quedarme tranquilo y efectivamente está en perfectas condiciones, además es muy lista

-¿Ah sí?

-Me refuta a Junk en siete minutos.

-¡Joder!

-Ahora estamos quemando literatura post moderna

-¿En general o con algún criterio?

-Preservamos los clásicos, Plaboy, Private, Interviú.

Este amigo mío es mi debilidad, no le puedo negar nada. Casi todo su comportamiento responde a una visión estética ulterior y trascendente. Así que cuando me dijo que había encontrado unos manuscritos inéditos de Michi Panero en el rastro, que los había memorizado y que ahora los íbamos a quemar dentro del coche no le pude decir que no.

La cosa empezó bien, los papeles  ardían con la rabia con la que arden los tesoros, aunque pronto la cosa se nos empezó a ir de las manos. La gasolina que quedaba en el depósito explotó y extendió las llamas por el solar fuera de nuestro control. Atardecía y el fuego reclamó a su fauna. Un yonki, una mujer extraña con un perro  y un tío en motocicleta se nos unieron.

Los bomberos acabaron con el espectáculo a fuerza de espuma y los nacionales se llevaron al Yonki a comisaria, que por lo demás se fue encantado. Nos dedicó un saludo  alzado en la puerta del furgón.

Estimulado el intelecto, procedamos a cultivar el cuerpo a golpe de aceitunas rellenas y cañas.

Vuestro chico trabajador

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Fotos de la fauna

 

 

 

 

 

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Croquis del solar