Los lobos y el olor a gasolina

El sábado fui acompañe a un viejo mentor”. Este anciano maestro Yugoslavo saltó a la fama durante la guerra de los Balcanes por un poemario colosal disfrazo de instrucciones para electrodomésticos. La metáfora del desarraigo y las carencias materiales se plasmaban en cada verso, como aquellos:

“No introduzca la mano o la batidora hará picadillo”

Luego fuimos al brillante y le tuve que masticar yo mismo el bocata de calamares porque al viejo genio no le quedaban dientes en la boca. La gente se escandalizo un poco, sobre todo cuando empezó a hacer gárgaras con la cerveza, para pulverizarse y peinarse la barba, dejando el suelo de conglomerado pipando. Una señora casi se cae al fallarle uno de sus tacones de aguja que llevaba al tocar el suelo resbaladizo. El maestro la agarró del brazo a tiempo para que sus piojos la colonizaran.

Luego fuimos a pedir limosna a la puerta del “Prado” y con los beneficios del negocio me compró una entrada, me pidió que fuera a ver al “Giorgione” y que le sacara una foto. Cuando le enseñé la foto me abofeteó por haberla sacado sin turistas japoneses a pesar de que había insistido mucho en ese aspecto.

Le compré un interviú y se le pasó el enfado, y nos fuimos a por un helado que regurgité para él.

Cayendo la tarde le bañé en Colón para deleite de un instituto de Valencia de excursión en la capital. Nos tiraron trozos de bollicaos, mandarinas y condones que fui pescando para la cena. Le hicimos agujeritos a los condones para centrifugar los bollicaos y comérnoslos húmedos en vez de hechos una sopa. Esta vez el maestro no necesito mi ayuda y sorbió el puré directamente del recipiente.

El baño, lejos de mejorar su presencia, había enardecido los olores putrefactos del sabio mentor, coleccionados durante lustros de déficit higiénico. Sobre todos ellos dominaban el olor a culo y a vinagre. Este aroma se propagó con celeridad y pronto nos vimos rodeados por una jauría de perros callejeros que le reconocieron como su líder.

Entre sus aullidos recitó de nuevo esas estrofas inmarcesibles:

“Pulsar on para arrancar la lavadora,

pulsar off para apagarla.

Si no centrifuga llame al servicio técnico”

Sin duda para aquellos perros era un dios, pocos días después el maestro desapareció para siempre de forma misteriosa, yo pude leer en los ojos de los perros que ellos sabían que se había fundido con esos fragantes aromas que desprendía mi coche para ascender con ellos a las alturas. Reunido con los tótems los miraba protectoramente.

Los lobos y el olor a gasolina

Los lobos y el olor a gasolina