Los últimos días de Babilonia

Tengo un amigo artista al que le gusta frecuentar las saunas. Es un seguidor de las corrientes neo irracionales que surgieron a finales del S. XX como confrontación contra el cientificación del arte. Ha pasado por los siete grados de bestialización, y le sigue una corte de goupies de ambos sexos que jalean cualquiera de sus actos.

Viven constantemente en una maratón orgiástica. La mayor parte de las veces si quieres hablar con él te es imposible distinguirlo de entre revoltijo de carne. Lo más normal es terminar dirigiéndote a un pie, o a un culo, que sorprendentemente te da conversación, eso sí de forma jadeante, inconexa y confusa.

Precisamente este es el vértice de su filosofía, la confusión.

Una persona convencida de sí misma no puede evolucionar, una confundida está en el tránsito de la iluminación.

Es conocidísima su exposición en la Documenta Kassel del 93: Consistía en una caja de cartón. La gente que la visitaba, evidentemente, se mostraba, si no decepcionada, confusa. Al terminar y desmontar la exposición llevó la caja a reciclar, pero en vez de arrojarla al contenedor de papel y cartón lo hizo al de envases. Ese gesto levantó polvo en Alemania, y le retiraron el pasaporte considerándolo una ofensa diplomática inaceptable. Finalmente, y gracias a la intervención del difunto Miguel Boyer se concedieron unas vacaciones pagadas al tribunal supremo alemán a Mallorca, desatando el Nudo Gordiano.

A este amigo mío le destrozó la vida un promotor de Ciempozuelos, que le enredó para invertir en una cooperativa inmobiliaria. Tuvo la desgracia de hacer un buen negocio y cuando se quiso dar cuenta, había apostatado de Dionisio, tenía mujer e hijos, una oficina en General Ricardos y una vida conforme a los estándares de precaución, confort y decencia.

Su grupúsculo jaleador se descompuso casi fulminantemente. La mayor parte de ellos recalaron en las lucrativas costas del porno friqui.

Hacen una reunión anual en una de las saunas de Conde Duque para rememorar viejos tiempos. Por un día vuelven a ser ese importante núcleo intelectual y confuso que conmovió el mundo del arte durante los años noventa.

Os quiere, vuestro chico trabajador.

"Lo peor de los últimos días de Babilonia es que no fueron los últimos". La confusión es la respuesta a la previsibilidad de la lógica. La confusión emerge del cuerpo. La parte racional se opone al deseo y el deseo es siempre corpóreo.

“Lo peor de los últimos días de Babilonia es que no fueron los últimos”.
La confusión es la respuesta a la previsibilidad de la lógica. La confusión emerge del cuerpo. La parte racional se opone al deseo y el deseo es siempre corpóreo.