Maniobras en el Paradise

Queridos compañeros del club de implantes capilares:

Al tanto estáis de los sinsabores que me produce no cuajar una obra maestra de las del tipo de Velázquez. Harto de mis propios lamentos, fui este verano a consultar al oráculo. Me habló con su lenguaje vago y exacto a la vez. Quise leer entre líneas que estaba demasiado sujeto a mis responsabilidades, a los ideales de gloria y que me era menester dar rienda suelta a las pasiones, soltarme la melena y cultivar la narrativa despreocupadamente. Concluí que lo mejor, más rápido y efectivo para mí arte es que me fuera a visitar a una prima segunda de Palencia que actualmente  ejercía la profesión en el Club Paradise de la carretera de Andalucía. Decidido y francamente resuelto, planteé las líneas generales de mis razonamientos a Mindi, que insospechadamente montó en cólera. Tras un intercambio prolongado de proyectiles improvisados, adjetivos impronunciables y proclamas moralistas, Mindi se avino a una cumbre diplomática.

-Mira dear-le dije fingiendo aplomo-es lo mejor para todos. No es más que una “soirée” con hetairas, de las que ya Sócrates o Picasso, por nombrarte dos, eran forofos,  de las del tipo que practican la inmensa población de camioneros, comerciales, albañiles y altos directivos. En resumen, lo que hace la mitad masculina del país a escondidas de sus esposas, algo que yo aún no caté, por cierto. Con la diferencia de que mis motivos son realmente elevados, nutrir al artista de un material imprescindible, que en su día canjearemos por corticoles en el furor de la campaña escolar. Mi visita a Encarni debería considerarse como una convención entre profesionales.

Obras de alzamiento del club Paradise por el legendario gremio de la construcción.

Obras de alzamiento del club Paradise por el legendario gremio de la construcción.

Finalmente no conseguí otra cosa que presentarme en el “Paradise” con Mindi de ocho meses y medio, quien impuso su ideal de cultivar la narrativa en pareja. Evidentemente allí no pasó nada, nos pedimos un par de fantas y me abstuve de acercarme a ninguna de las chicas por vergüenza procesual. Al personal del coro de minusválidos de la comunidad de Aragón (que vinieron a dar un recital benéfico en el auditorio) les cortamos el rollo completamente, y al salir en desbandada me echaron unas miradas tan frías que se me encogió el corazón.

El tema del esparcimiento queda irresoluto, de forma que voy a tratar de encontrar en la desdicha, virtud, y hacer el leit motiff de mi obra no tanto una cuestión de exotismo y burdel, sino de reconocimiento y drama cósmico.

Hasta la presente bien, no obstante me parece que la sinusitis amenaza.

Vuestro chico trabajador