El otro día tuve el placer de recibir en Barajas al último de los grandes críticos de la escuela rusa, los conocidos internacionalmente como los “Perestroika kids”. Implantaron esa versión de crítica tan abrasiva pero directa que causó furor entre los agentes de los futbolistas de los primeros noventa y las actrices porno llegadas del este a Niza y Montecarlo.
Su cimentación conceptual renunciaba a los tecnicismos. Argumentaban no sin acierto que dado que el arte es la ciencia del absurdo, difícilmente se podría razonar o dar una explicación sensata de por qué o por qué no algo es arte. Preferían resolver sus discrepancias a hostias. Permitidme, antes que nada, disculparme por el uso de un lenguaje tan procaz pero es que estoy transcribiendo textualmente. Boris, el gran crítico al que hago referencia escribió un manual, hoy en día de referencia, donde explicaba el uso de la palabra cojón en la crítica post-post moderna. Su manual de más de dos mil páginas se llamaba “Esta obra es de puta de madre, cojonudísima” y contaba con un apéndice ilustrado de los cuarenta fenotipos existentes de cojones.
Es famosísima su disputa con el director de la documenta Kassel, al que horrorizó el manual. Vivieron un tensísimo momento en la recepción de madame Puturrú en Castelo de Milano donde se presentaban las obras del decorador Magdaleno Demodé. Patrick, el director de la Documenta, se hizo el loco a la hora de saludarle y miró para otro lado.
Boris le hundió la cabeza en el ponche, le bajo los pantalones, le subió los calzoncillos hasta la cabeza, afrentó gravemente a su madre y gran parte de sus antepasados y finalmente le arrojó por la ventana. No le mató gracias a que cayó sobre los centenarios setos de Boj alpino que circundaban los jardines barrocos de la condesa.
Patrick se retractó en el hospital de sus ideas filosóficas pero juró que mataría a Boris,y comentó a sus allegados que conocía un grupo de artistas serbios especialmente hijos de puta que se encargarían de hacerle tragar sus propias heces.
En fin que más os puedo decir, fue maravilloso asistir a un seminario privado con Boris, cuyo único requisito fue impartirlo en una bañera llena de vodka en la que nos sumergimos los dos con sendas pajitas.
Os quiere, vuestro chico trabajador