Queridos amigos el mes pasado palmaron lavaplatos y nevera en el escalofriante intervalo de tres semanas. Hasta ahora no he tenido fuerza moral para hablar abiertamente de este asunto ¿Es qué acaso es éticamente aceptable amar tanto a un electrodoméstico como a un hijo? Es algo que me avergüenza, sin duda ¿Cómo puedo sentir estas cosas tan terribles? A mí que me encanta la anécdota en que Diógenes, en pelota picada, hace apartarse a Alejandro Magno en todo su esplendor bélico para que no le tape el sol, y el gran Alejandro en vez de pasarlo a cuchillo dijo eso tan bonito de: “Si yo no fuera Alejandro me gustaría ser este hombre” e hizo a sus celebres falanges macedonias desfilar ante él. A pesar del destrozo que supuso para el sunbath del filósofo supongo que entendería que fue un halago.
A base de pasar años en un soliloquio en el que me he ido convenciendo de lo maravilloso que es vivir plenamente, de la importancia del desapego a lo material y de que Dios es amor.; de rezar a través de la pintura, de buscar el “chi” en una pincelada perfecta, esa pincelada que expresa mi visión del universo y me transustancia en un ser inmortal, pues bien a pesar de eso constantemente vuelvo a morder el polvo y descubro que no soy más que un ser procaz, sujeto a las pasiones más bajas y soviet-capitalistas, débil y rencoroso que no concibe la existencia sin la verdura fresca y una sección de congelados amplia y compartimentada.
Cuando el frigorífico exhalaba sus últimos vapores frescos me arrojé a la calle a merodear como hacen los rentistas.
Pasaba bajo el puente de la carretera de Barcelona cuando vi que emanaba un hilito de agua contaminada de entre dos apretadas planchas de la pared de hormigón. Muy primariamente sentí ese milagro que otros hombres antes que yo han sentido al ver brotar agua de una piedra. Ese impulso ha erigido monumentos por todo lo ancho del mundo con la confusa consecuencia de eliminar gran parte del recogimiento y misterio original. Allí mismo tomé tierra y Le recé así:
Dios mío dame fuerzas para no desear ser un gran artista loado por mis épicas conquistas, fantásticamente remunerado y con casas en Miami y Como. Ayúdame más bien a transitar atenta y pacíficamente, y sobre todo enséñame a morir tranquilo y satisfecho, y confiado en que algún día las flores olerán tan intensamente como cuando era un niño y miraba desde los brazos de mi madre el intacto misterio del mundo.
Espero que como es debido en Semana Santa nos reencontremos con la mística. Os quiere:
Vuestro chico trabajador.