Raro

Raro



The methamorphosys


Hoy toca otro cuadro y otro tema. Lo raro.

¿Cuáles deberían ser las aspiraciones de un pintor?
Decía Palmer Jones que “el primer obstáculo es aprender a abstraerse del dinero, tanto si lo tiene como si no. No porque sea necesario sino porque le quita sitio a las cosas del pintor. Un pintor pobre debería pintar como un aristócrata, despreciando lo material y dedicando su cabeza a lo inútil.”
Fue terrible lo que le ocurrió al pobre Palmer.
Lo inútil es el terreno que le ha tocado al arte. Y como en la política de guerra de tierra quemada, ha arrasado allá por donde pasó. Si Dalí pintó a su hermana mirando por una ventana, a ver quien es el guapo que vuelve a pintar una ventana. Que se lo digan a Alberto Romero a ver que les cuenta.


A un pintor no le vale tirar por la calle de en medio. Como no puedo pintar una ventana, cojo una ventana y la cuelgo en una galería. Eso que podría parecer una rareza no es más que un lamentable ejercicio de estupidez exhibida.
Lamento sacar a relucir otra vez a James Joyce, pero estoy impresionado por el Ulises. El infinito delirio del Ulises es inaceptable, inasequible.
Un artista debería aspirar a ser James Joyce. Es decir, a ser algo muy raro. El pintor tiene una ventaja actualmente frente al resto de artistas “visuales” y es que la pintura es absurdamente anacrónica, al menos para el mercado del arte. Y digo esto porque yo he hablado con gente que sabe que la pintura guarda un secreto. ¡Ojalá los galeristas, los otros pintores y artistas, los coleccionistas, los museos, ojala se rieran de mi con tanta fuerza que retumbasen las paredes!
Ni siquiera al pintor le vale simplemente con pintar para ser excepcional. No da para aunar las convulsiones nerviosas de los risitas.
El día que Nacho Morrondo me contó que se había leído las obras completas de Faulkner me dieron ganas de estrangularlo. Sólo mentalmente claro. Para encontrar el conocimiento secreto hay que atar todos los cabos y a lo mejor en una de esas palabras está la llave del flujo. Mientras hay que ir a tientas, dando palos. A veces tocas carne y entonces te ensañas y ya te has vuelto a pasar.
¿Queréis un par de palos de mis contemporáneos?

Pere llobera. San francisco hablándole a las máquinas.



Rafa bestard

Javito Ruiz


No me querría despedir de la página de lo raro sin mencionar una pequeña biografía. La del propio Palmer.

Palmer fue un  gran artista injustamente ignorado por el mundo del mercado de arte y por el arte en general.  Palmer era algo muy parecido a un eremita. Vivía en lo alto de un cerro con la compañía de unas pocas gallinas que le daban huevos los días pares. Palmer hacía pequeñas obras de arte para esas gallinas. Creaba esculturas con piedras seleccionadas de la vereda que llevaba al arrollo. Creaba altas columnas de piedra y situaba a las gallinas en lo alto de esas columnas mientras las hipnotizaba para que se quedaran tranquilas. Cuando las tenía a todas en lo alto y tranquilas él cantaba y bailaba para ellas. Todo terminaba con un aplauso que Palmer las dirigía y ellas respondían lanzándose al vuelo desde lo alto retomando aunque fuera por breves instantes su condición de aves voladoras con gran felicidad. El día de su cumpleaños Palmer las hizó un regalo muy especial. Le regalo a cada Gallina la falange superior de sus dedos impares, en correspondencia por los huevos. En realidad se terminó cortando todas las falanges de su mano izquierda porque no le había quedado del todo claro la paridad con respecto de la derecha y prefirió asegurar. Murió infortunadamente un día que estaba enseñando a su gallina más querida a volar desde lo alto de un acantilado. En realidad Palmer sabía que moriría cuando salto por el barranco, pero albergaba la esperanza de poder enseñar a su querida gallina a volar a pesar de todo.


Hay que afinar el violín. Esto me recuerda a mi cuñado, Ignacio Ochoa que con el cuchillo jamonero en la mano dijo eso mismo y se puso a trabajarse al rey de los ibéricos.