Retiro Balsámico

Desquiciado por los abruptos devenires inflacionistas, le exigente agenda social y el gusto de mi contable por la cocaína, me encontré de buenas a primeras orinando en la vía pública disfrazado de “Blanche Dubois”. Con la delicadeza propia del ser angelical que es, Mindi mandó al chofer a recogerme para llevarme directamente a Zamora a recuperar el tono. Me recluí en un balneario de aguas sulfurosas que ya explotaban los romanos en la época del divino Tiberio.

La misma sensibilidad que me predispone a unas determinadas gamas tonales o a unos timbres de voz armoniosos esta vez me jugó una mala pasada. Yo esperaba encontrarme unas termas con ese estilo tan práctico romano, finamente circunscritas por una arquitectura plegada al ideal de confort y respeto por la arqueología. Sin embargo aquello era una amalgama pornográfica de poriespan, leds multicolores y camisetas de futbol autografiadas, en un abominable equilibrio entre minimalismo mal digerido y rabiosa modernidad. Casi sufro un colapso cuando vi una réplica de uno de los esclavos de Miguel Ángel, en una atroz versión en resina polimérica, empotrado en la mampostería imperial sin atisbo alguno de aprehensión.

Ni que decir, que entre la clientela no se encontraba ningún Rilke. Es más, una molestísima camaradería parecía unirles los unos a los otros. Intercambiaban impresiones preñadas de ordinariez a cada instante, premiaban el tamaño de sus genitales sin ningún pudor y arruinaban el salón común con infatigables sesiones de Play Station.

No tendría que explicar que mi equilibrio mental lejos de mejorar fue alarmantemente empeorando. Reconozco con vergüenza que en una crisis llegué a bombardear desde el trampolín a una modelo televisiva con un zurullo.

Tras firmar pagarés a modo de satisfacción, hoy en día todo se soluciona con dinero, pedí un taxi que me devolviera a casa. Con melancolía recordé aquellas palabras del dilecto e inmortal Hofmansthal “Mi caso es, en dos palabras, el siguiente: he perdido completamente la facultad de pensar o hablar con coherencia sobre cualquier cosa.”

Os quiere, vuestro chico trabajador

huevos

El buffet era sin duda esplendido, la única perla resplandeciente entre la ordiniarez y la mediocridad