Vida de santo

No puedo evitar querer ser el centro de atención. Soy el niño en la boda, el muerto en el bautizo, y la fulana en el entierro. Tampoco es nada anormal, todos los artistas somos así, unos imbéciles.

Dicho esto, y en honor a la verdad, hay que reconocer que también somos muy locuaces, olemos bien a veces, y damos mucho juego con nuestras adicciones. Somos los típicos a los que se nos resfría la verga por tenerla todo el día al aire.

En realidad nuestra actitud debería ser observada con cariño paternal, como aquel dueño del Golden retriver que le enseñó a hacer el sit y el plas, y a recoger los palos de los estanques pero que como contraprestación debía separar de las piernas de las visitas a las que mancillaba pornográficamente y con obstinación.

No hay nada más candoroso que el deseo inmortal, la pulsión infantil de grabar una huella en el hormigón fresco, el acto homicida de prenderle fuego al templo de Artemisa. Esas necesidades pueriles son primas hermanas de la santidad.

El santo focolista, se priva de sí mismo, no sin un bagaje previo de juergas considerable, para exiliarse al desierto más apartado y hostil, con el fin de demostrar a Dios cuanto es capaz de amar. Dios es un gran espectador que siempre premia, aunque sea después de muerto.

Pero los artistas de bulto son antropocéntricos y positivistas, cuando tienen para comer, así que difícilmente argumentaran que trabajen para Dios. Todo su afán será el de buscar la aprobación del resto, sobre todo la de los críticos, coleccionistas y  artistas.

Y hablemos claro, señoras, artistas somos muchos y no hay focos para todos. Ese es el drama. Somos un montón de aspirantes a santitos, mediocres y mezquinos, tratando de llamar la atención patéticamente.

Nos creemos el acabose, nos sentimos el centro de alguna conspiración para hacernos de menos y pillamos pulmonías de octubre a mayo porque no podemos pagar la calefacción.

Trabajamos no con tanto talento, como pundonor y cabezonería. Tenemos un doble lenguaje en cuanto olemos la oportunidad de una venta o una exposición en un museo y casi nunca somos dignos del título de artistas.

Es lamentable, es crudo y es la realidad, por eso también es tan divertido.

Todos los artistas en el fondo sabemos que el arte es el culto al absurdo y nosotros santos inocentes a granel

2018 sobre lo comico y lo dramatico de estar fuera de foco

Sobre lo drámatico y lo cómico de estar fuera de foco, sobre todo si eres un golden retriver