Zoología aplicada

Zoología aplicada

 

Querido segmento culto,

Estoy más que encantado con la educación escolar de Pablín. Durante este curso han seguido una introducción a la biología con una cita cumbre este pasado lunes al zoo. Apesadumbrado por una previsible y adusta formación quedé aliviado rápidamente.

Al regresar a casa, Pablín estaba congestionado apretando en un rincón del pasillo. Mindi preocupada le interrogó sobre la cuestión.

-Pablín, amor de mi vida ¿Qué haces?

-Estoy intentando poner un huevo, como los avestruces.

El núcleo familiar nos fundimos en abrazo tan cursi como el amor de Ricky Martin.

Yo era idéntico a mi adorado primogénito en la infancia. También yo había tenido una educación heterodoxa sobre biología. Solía pasearme por casa de mis abuelos embarazado de un balón de playa inflable, e indignado le preguntaba a mi madre por las razones por las que nuestro perro machazo y peleón no se quedaba embarazado de una hermosa camada. Entre la espada y la pared mi madre me tuvo que contar la verdad, lo de la cigüeña.

La impronta que está clase de conocimientos apócrifos causaron sobre mi visión del mundo fueron permanentes. La abrupta epifanía de la verdad institucional alivió ciertas pulsiones que yo tomaba por antinaturales, pero mi mente ya vagaba por el universo incierto de las factorías de bebés, los embarazos espontáneos y los ornitorrincos (animal raro sin aditivos).

En realidad las cosas son como son por una cuestión de fe. La superstición cienciólogica que nos lleva a alejarnos del microondas cuando está en marcha no deja de ser otra pulsión instintiva que nos llevará  a la muerte con la misma indiferencia que si celebramos el solsticio de verano lanzando a una cabra de un campanario.

Estoy tan seguro de esto que he animado a Pablín a perseverar en su empeño clueco. Es más, ahora lo intentamos un rato todos los días. Anteayer conseguí poner un cheque regalo del Corte Inglés por importe de cincuenta euros. Sé que no es un huevo, pero esa es la maravilla del pensamiento creativo.

Queridos amigos, no permitáis nunca que la vulgaridad gobierne vuestras vidas ¡Antes muerto que sencilla!

Me despido con la esperanza de que una impresión inesperada os eleve sobre lo mundano y os dote de renovadas energías para vuestro encuentro con la historia.

Os quiere ardiente de pasión vuestro chico trabajador

oso hormiguero